Una de las rutas más pintorescas y sorprendentes del noroeste argentino, donde cada tramo del camino revela un nuevo paisaje, una historia y una forma de vida distinta. Esta excursión permite descubrir la riqueza natural y cultural de los Valles Calchaquíes, atravesando quebradas, montañas, pueblos coloniales y extensos campos cultivados.
El recorrido comienza saliendo de la ciudad de Salta hacia el Valle de Lerma, una zona fértil donde predominan los cultivos de tabaco, hortalizas y frutales. Se atraviesan los pintorescos pueblos de El Carril y Chicoana, caracterizados por sus casonas de época, sus calles arboladas y su ambiente rural típico del norte argentino.
A partir de allí, el paisaje se vuelve más montañoso al ingresar en la Quebrada de los Laureles y posteriormente en la Quebrada de Escoipe, donde la ruta serpentea entre laderas verdes cubiertas de vegetación subtropical. En este tramo se llega al Maray, punto que marca el inicio de uno de los caminos más famosos y escénicos de la provincia: la Cuesta del Obispo.
La Cuesta, con su trazado sinuoso y pronunciadas curvas, asciende hasta los 3.384 metros sobre el nivel del mar, alcanzando su punto más alto en la Piedra del Molino, donde se encuentra una pequeña capilla dedicada a San Rafael. Desde allí se obtiene una vista panorámica inigualable del Valle Encantado, un paisaje de montañas, pastizales y formaciones rocosas que parecen surgir de un cuento. A lo largo del camino se observan pequeñas viviendas rurales, terrazas de cultivo de maíz y frutales, y la típica vida campesina de la región.
Continuando el recorrido, el camino atraviesa el Parque Nacional Los Cardones, una extensa área protegida que debe su nombre a la gran cantidad de cardones (cactus gigantes) que pueblan su territorio. La travesía se realiza por la Recta de Tin-Tin, un antiguo tramo del Camino del Inca, perfectamente recto y rodeado por un impresionante paisaje de alta montaña.
Al llegar a Cachi, el visitante es recibido por una vista majestuosa del Nevado de Cachi y del valle de Payogasta, con sus campos cultivados y sus casas de adobe. El pueblo, de calles empedradas y construcciones de estilo colonial, conserva un encanto especial y una atmósfera tranquila. Durante la visita se recorren sus principales atractivos, como el Museo Arqueológico Pío Pablo Díaz, que alberga una valiosa colección de piezas precolombinas, y la Iglesia San José, declarada Monumento Histórico Nacional por su arquitectura y su altar tallado en madera de cactus.
El regreso a la ciudad de Salta se realiza por la misma ruta, ofreciendo nuevamente la posibilidad de disfrutar de los cambiantes colores del paisaje, que varían con la luz del atardecer.
Una excursión imperdible para los amantes de la naturaleza, la historia y la fotografía, donde cada curva del camino revela una postal diferente de la inmensidad del norte argentino.