Este recorrido invita a descubrir algunos de los paisajes más imponentes y fotogénicos del noroeste argentino, combinando historia, naturaleza, cultura y enología. La jornada comienza atravesando el Valle de Lerma, una extensa llanura fértil que se extiende al sur de la ciudad de Salta, donde predominan los campos de cultivo de tabaco y otras producciones típicas de la región. A lo largo del camino se aprecian pintorescos pueblos de arquitectura colonial, como Alemania, antiguo punto final del histórico Ferrocarril Belgrano, cuyos vestigios aún evocan la época dorada del tren que unía el norte con el resto del país.
A medida que el camino avanza, el paisaje comienza a transformarse para dar paso a la majestuosa Quebrada del Río de las Conchas, una sucesión de formaciones rocosas esculpidas durante millones de años por la acción del viento y el agua. En este tramo, la naturaleza se vuelve protagonista: el anfiteatro natural, conocido por su acústica perfecta; la imponente Garganta del Diablo; los Castillos, el Sapo, el Obispo y los Médanos son solo algunos de los caprichos geológicos que sorprenden por su colorido y sus formas únicas.
Las tonalidades rojizas de las montañas contrastan con el cielo diáfano y crean un escenario ideal para la fotografía y la contemplación.
La excursión continúa por la Ruta Nacional 68 hasta llegar a Cafayate, una encantadora localidad situada en el corazón de los Valles Calchaquíes. Considerada la ciudad más joven de la región, Cafayate se ha ganado reconocimiento internacional por la excelencia de sus vinos de altura, especialmente su emblemática cepa Torrontés, un blanco aromático y fresco que refleja la identidad del terroir salteño.
Durante la visita, los pasajeros podrán recorrer bodegas artesanales y establecimientos industriales, conocer sus procesos de elaboración y, por supuesto, disfrutar de degustaciones que revelan la diversidad y calidad de los vinos locales.
El regreso a Salta se realiza por la misma ruta, pero el paisaje se transforma completamente: la luz del atardecer tiñe las montañas de tonos ocres, dorados y violetas, ofreciendo una nueva perspectiva de la quebrada y cerrando el día con un espectáculo natural inolvidable.
Una excursión imperdible para quienes buscan conectar con la naturaleza, la historia y los sabores del norte argentino.